domingo, 4 de noviembre de 2007

Las culturas viajan con el hombre

La diversidad cultural y el diálogo entre las culturas figuran entre las prioridades de la UNESCO. La Organización cuenta ya con tres convenciones que protegen el patrimonio cultural de la humanidad. El reto consiste ahora en hacerlas realidad.


(El sombrero de bombín de fieltro, típico del siglo XIX europeo, es hoy signo de identidad de los aimarás de los Andes suramericanos.)


La preservación y promoción de la diversidad cultural, y su corolario, el diálogo entre las culturas, es una de las prioridades de la UNESCO. Durante años, el trabajo de la Organización estuvo centrado en identificar y censar los bienes culturales en el mundo. Con este fin promovió la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural (1972). Fue un paso importante, necesario, pero no suficiente. Respondía a una concepción más bien euro-céntrica de la cultura, por lo que una parte importante de la humanidad, cuya riqueza cultural no descansa sobre su patrimonio material, se sentía excluida.
Hacia 2000, el concepto de cultura fue ampliado en los textos de la Organización. La Declaración universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural (2001) la define “como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.
Dos nuevos textos vieron así la luz: la Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial (2003) y la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales (2005). “Con ellas hemos terminado de construir el edificio jurídico que protege a los bienes culturales”, explica Françoise Rivière, Subdirectora General para la Cultura. “La UNESCO defiende hoy las culturas en todas sus formas: la material, la natural, la inmaterial y la mobiliaria (en las piezas de los museos, por ejemplo, o en los pecios que salvaguarda la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático). Ahora, el reto es poner en práctica las convenciones. La gente piensa que cuando entra en vigor una convención, todo termina. Al contrario, es cuando comienza todo, una vez que existe la base normativa”.



(Excavación subacuática en un pecio hundido en el siglo XV en aguas del departamento francés de los Álpes Marítimos.)

La diversidad cultural fue reconocida como “un patrimonio mundial de la humanidad” en la Declaración universal de 2001. Es un hecho palpable, plasmado en los sitios del Patrimonio Mundial, que hablan con elocuencia de esa diversidad, en el espacio (desde Venecia hasta Tombuctú, pasando por la Isla de Pascua, en Chile) y en el tiempo (de los sitios arqueológicos del Valle de Coa, en Portugal, hasta Brasilia). Y plasmado también en las obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, tan distintas como los rituales Kallawaya de Bolivia, el teatro de marionetas de Ningyo Johruri Bunraku de Japón, las líneas sobre la arena de Vanuatu, los cantos polifónicos de Georgia y los bailes de máscaras de Gule Wamkulu, practicados en Malawi, Zambia y Mozambique.
Pero la diversidad, que es un hecho, también es un valor. Su reconocimiento como factor de cohesión social y desarrollo humano, esencial para una vida intelectual, emocional, moral y espiritual más satisfactoria, están en el centro de las preocupaciones de la UNESCO.



(Patio interior de la mezquita de Sankoré, en Tombuctú, Mali.)

La voluntad de proteger la diversidad ante el riesgo de la homogenización, ante la amenaza de la extinción, no significa, sin embargo, la defensa de una visión inmóvil, aislada y defensiva de la cultura. Todas las culturas son dinámicas: cambian a lo largo de los años con el contacto con otras culturas, a veces en forma de intercambio, otras en forma de conflicto. Hay siempre tensión en la diversidad. Las culturas no son sedentarias: son nómadas, viajan con el hombre. No son estáticas: son fluidas, crecen y cambian. Las tradiciones fueron, alguna vez, novedades. El sombrero de bombín de fieltro, típico en la Europa del siglo XIX, es hoy característico de las indias aimaras en los Andes. Entre la diversidad y el diálogo existe, por ello, una relación de reciprocidad. La diversidad cultural no es una herencia inmodificable que basta conservar, como pieza de museo, sino el ámbito de un diálogo constante, a veces tenso, entre todas sus expresiones.
A lo largo del tiempo, el concepto de cultura ha cambiado, sin duda, pero la protección de la diversidad cultural sigue siendo, como desde su fundación, una prioridad para la UNESCO, como lo atestigua su Constitución, de acuerdo con la cual la Organización se compromete a “asegurar a sus Estados Miembros la independencia, la integridad y la fecunda diversidad de sus culturas”.


Carlos Tello Díaz (UNESCO)
Información de El Correo de la UNESCO