sábado, 4 de julio de 2009

La seda tradicional tailandesa conquista el mundo


© UNESCO/Michel Ravassard
El cultivo de la morera y la cría del gusano de seda en Tailandia datan por lo menos del siglo XIII, según testimonios de esa época.

La fabricación tradicional de la seda en Tailandia, prácticamente exangüe hacia mediados del siglo XX, empezó a cobrar un nuevo auge en el decenio de 1950, gracias a la iniciativa de un ciudadano estadounidense, Jim Thomson. Una de sus más firmes aliadas fue la por entonces joven reina Sirikit. Hoy en día, combinando técnicas seculares y modernas, la artesanía de la seda se perpetúa de generación en generación y contribuye a la prosperidad económica del país.

El Domingo de Resurrección del año 1967, un hombre de negocios norteamericano asentado en Tailandia se perdió para siempre en la jungla de Malasia, en circunstancias que nunca pudieron dilucidarse después. El misterio de su desaparición apasionó a los medios de información y el público de Asia, América del Norte y otras partes del mundo. El desaparecido era tan conocido en Tailandia que bastaba con remitirle una carta poniendo simplemente “Jim Thomson – Bangkok” para que llegase directamente a sus manos en una ciudad que, en esa época, contaba ya con tres millones de habitantes.

Los veinte años anteriores a su funesto viaje a Malasia, Jim Thomson hizo algo que muchos otros no consiguen realizar en su vida entera. Se especializó en un arte –el tejido de la seda– del que no sabía absolutamente nada y creó una importante industria sedera en Tailandia. Su casa de Bangkok, llena de tesoros artísticos de la región circundante, era una auténtica joya arquitectónica.

El itinerario vital de Thomson, verdaderamente novelesco, no sólo fue la historia de su realización personal, sino la de la transformación de la vida de miles de personas. En efecto, hoy en día una próspera empresa tailandesa, que lleva su nombre y es mundialmente conocida, surte con artículos de seda los escaparates de los mejores almacenes de las megalópolis del mundo entero y decora con sus telas un número incontable de restaurantes y hoteles en muchos países.


La seda de Bangkok

Foto 2 : © UNESCO/Michel Ravassard
Escena del espectáculo tailandés representado el 18 de mayo en la UNESCO, en el marco del Festival Internacional de la Diversidad Cultural (mayo de 2009).

Jim Thompson, arquitecto de formación, descubrió Tailandia en 1945, cuando fue destinado a Bangkok como oficial del ejército estadounidense. Seducido por los encantos de la capital tailandesa de aquellos tiempos –sus habitantes siempre sonrientes, sus animados mercados, sus calles sin inmuebles altos y sus frecuentados canales, vías de transporte esenciales dado el escaso número de automóviles– decidió instalarse en ella al finalizar su servicio militar.

Desde que llegó a Tailandia, Thompson empezó a coleccionar piezas de seda de este país por atraerle tanto su sorprendente combinación de colores como la textura irregular que las diferencia de las fabricadas en Japón y China. Esa consistencia especial del tejido se debe a la calidad de los gusanos de seda.

Aunque el cultivo de las moreras y la cría de gusanos existían en el reino de Siam por lo menos desde el siglo XIII, según atestiguó por ese entonces un diplomático chino, los tejidos de seda tailandeses sólo cobraron fama gracias al ex arquitecto norteamericano. Cuando éste se instaló en Bangkok, los tejedores eran ya poco numerosos y sólo algunos artesanos musulmanes del barrio de Benkrua seguían practicando en familia el modo de fabricación tradicional. Resuelto a comercializar los artículos de seda de Tailandia, Thompson se puso en contacto con ellos. La mayoría se mostraron recelosos, pero uno de los cabezas de familia, movido por la curiosidad, se decidió acometer la empresa propuesta por el norteamericano. Así dio comienzo la gran aventura de la seda tailandesa.

En 1947, con una maleta cargada de muestras de seda, Thompson tomó un avión con rumbo a Nueva York. Cautivada por los tejidos, la encargada de una casa de modas le ofreció de inmediato su apoyo. De vuelta a Bangkok, fundó una sociedad de la que fue accionista principal y director. Administró la empresa con nuevos métodos, empleando principalmente a mujeres y permitiéndolas trabajar en el hogar para no alterar su vida familiar. Thomson también introdujo importantes innovaciones en la fabricación, sustituyendo los tintes vegetales por los químicos, pero procurando siempre conservar los colores ancestrales.

A principios del decenio de 1950, Thompson abrió en Bangkok un almacén de tejidos que tuvo un éxito fulgurante. La reina Sirikit, que nunca había escatimado sus esfuerzos para promover la artesanía y el patrimonio cultural tailandeses, visitó muy pronto la tienda, convirtiéndose en su clienta más célebre e influyente. En sus visitas oficiales al extranjero llevaba siempre vestidos confeccionados con piezas de seda tradicionales que, en Europa, atrajeron poderosamente la atención del gran costurero francés Pierre Balmain y otros creadores del mundo de la moda. En los Estados Unidos, después haber creado el vestuario de la famosa película musical de Walter Lang, El rey y yo, la diseñadora Irene Sharaff contribuyó a realzar el prestigio de la seda tailandesa utilizándola en muchos otros filmes. La industria de la seda de Tailandia empezó así a recibir pedidos del mundo entero


Preservar la tradición

Foto 3 : © UNESCO/Michel Ravassard
El arte tailandés de tejer la seda presentado en la UNESCO, con motivo de la celebración del Festival Internacional de la Diversidad Cultural (mayo de 2009).

En el decenio de 1970, la sericultura tradicional se implantó en la provincia de Khorat, situada al nordeste del país. En una visita a esta región agrícola pobre, la reina Sirikit se percató de las dificultades económicas de las familias campesinas y les propuso iniciar la producción de tejidos de seda con tintes tradicionales. En 1976, la reina creó la Fundación SUPPORT para fomentar la artesanía en las zonas rurales y conservar las técnicas de fabricación ancestrales. Hoy en día, unas mil familias poseen sus propios huertos de moreras y crían gusanos de seda en sus casas. Cuando finaliza el ciclo de formación de los capullos, al cabo de 23 días, los campesinos los venden a la granja de la empresa Jim Thompson.

Actualmente, la operación esencial de tejer los hilos de seda la llevan a cabo unos 600 tejedores de ambos sexos. La técnica heredada de las generaciones anteriores se transmite a las más jóvenes. Para la impresión de los tejidos se recurre a sistemas tradicionales, como el estarcido con patrones de madera, o a la utilización de impresoras digitales ultramodernas. El control de calidad y el acabado a mano de los productos son dos imperativos del proceso de fabricación que permiten lograr un equilibrio entre la artesanía y la industrialización.

Tal como vaticinó el hombre de negocios estadounidense, acometer la empresa de fabricar seda con métodos tradicionales en Tailandia era una gran aventura que sólo podía aportar prosperidad a este país. Hoy, el 90% de los accionistas de la firma Jim Thompson son tailandeses, y un tercio de ellos son los hijos y nietos de los primeros tejedores musulmanes de barrio de Benkrua.

Texto basado en la conferencia pronunciada en la UNESCO por Eric B. Booth, de la Jim Thompson Thai Silk Company, durante el Festival de la Diversidad celebrado el pasado mes de mayo.


Música viajera


© Yücel Yildirimkaya
Paseos, marcha y canciones en Rizé (Turquía).

Caído en el olvido durante varias décadas, el folklore bretón conoce hoy día un notable renacimiento. A unos 2.500 kilómetros, los cantos tradicionales vuelven a los hogares anatolios que habían desertado. “Un puente sobre el Bósforo” une músicos de Francia y de Turquía que comparten la misma pasión y las mismas preocupaciones.

Este verano en Rizé, Turquía, la cuarta edición del “Festival de los pastos verdes” recibe a varios músicos extranjeros. Vienen de Francia. No la de los turistas ni las cruzadas diplomáticas que invadieron los medios informativos turcos estos últimos años, sino otra Francia, enamorada de los cantos tradicionales, que se esfuerza en paliar los problemas nacidos del éxodo rural y remendar el tejido social.

La urbanización, la industrialización y la impronta del “mundo del espectáculo” también se hacen sentir tanto en Turquía como en Francia. El canto se pierde en el uso a ultranza de la tecnología, en el fulgor de una seductora mundialización y las reverencias que se hacen al star system. Pero ambos países conservaron reductos de autenticidad, como Bretaña, en el extremo oeste de Francia frente al océano Atlántico o la provincia de Rizé, situada en el extremo noreste de Anatolia, donde comienza el Cáucaso.


El renacimiento bretón


Foto 2 : © Jean-Maurice Colombel
Una velada de canciones en el café de Bovel.

Del lado francés, los bretones no escatimaron esfuerzos este último cuarto de siglo por hacer revivir sus músicas, danzas y fiestas tradicionales. Cortada de su pasado por la urbanización, la segunda generación se puso a buscar la heredad de sus ancestros. La búsqueda recayó primero en la región de lengua bretona, luego en la del idioma galo, cercano al francés. Con el tiempo, teoría y práctica evolucionaron. En otra época, el “revivalismo” estaba en manos de los investigadores cuyo objetivo era ante todo recoger, analizar, comprender y publicar. Hoy día, como lo destaca el etnomusicólogo Yves Defrance, al mismo tiempo que se prosigue en esa dirección, quienes compilan “quieren reapropiarse de ese repertorio, actualizarlo sin alterar su espíritu y hacer de él un medio de expresión contemporáneo”.

Hoy día, los cantos galos que los nuevos modos de vida habían relegado al olvido, no son más piezas de museo ni caprichos confidenciales reservados a algunos festejos de un puñado de militantes de la cultura. Día tras día renacen en concursos anuales, reuniones, en la casa o el café, en las comidas del pueblo, los paseos organizados por los municipios o las escuelas y los talleres de música de pueblos y aldeas. Al mismo tiempo, en el campo, jóvenes y viejos, empleados y desempleados, mujeres y hombres reactivan sus lazos sociales gracias al renacimiento del canto.

Los cantantes que hacen este año el viaje a Rizé figuran entre los protagonistas más importantes de ese renacimiento. Algunos, como Charles Quimbert o Vincent Morel, provienen de la comunidad de los compiladores, recibieron una formación universitaria y trabajan en Dastum, el organismo regional de investigación y preservación del patrimonio inmaterial. En 1996 lanzaron la “Fiesta del canto tradicional de Bretaña y otros lugares” que se celebra anualmente en Bovel, un pueblito bretón de la comarca de Rennes. Otros, que crecieron con la canción tradicional, son aldeanos que llevan consigo la memoria local, como verdaderos tesoros vivientes.

Los reunió una lluvia diluviana: En el verano de 1997, cuando los festivaleros iban a realizar su habitual excursión de marcha y canto una repentina tormenta los detuvo en el único café de Bovel. También estaba allí la generación de “los maestros de la tradición” reunidos alrededor de los patrones, Léone y Louis Bernier. Para ellos, el festival era un “asunto de jóvenes”. Pero cuando éstos empezaron a cantar, reconocieron sus canciones. Desde entonces ese pequeño café se convirtió en un lugar emblemático de reencuentro transgeneracional. Cada primer viernes del mes, alumnos de primaria y secundaria, maestros y muchos habitantes de la región, incluso de París, vienen para pasar la noche entera cantando.


Canto por doquier

Foto 3 : © Yücel Yildirimkaya
Arquitectura típica del Mar Negro entre los jardines de té.

En Turquía, es también un desarraigado, Birol Topaloglu, el artífice del renacer de la canción tradicional, que aquí además conlleva una fuerte toma de conciencia ecológica. En Rizé, como en otras regiones de Turquía, los campesinos desertan las tierras encajonadas por ríos torrentosos que se vierten en el Mar Negro. Huyendo de varios proyectos de construcción de represas, se dirigen a las ciudades, que tienen reputación de ser lugares donde la vida es más fácil.

Todavía ayer, los cantos y danzas comunitarios resonaban en las magníficas moradas de piedra y madera. Poco a poco cundió el silencio. Por eso, desde hace algunos años, Birol emprendió la tarea de recopilar, publicar y revivir el repertorio tradicional con una visión que engloba la defensa del patrimonio, del terruño y de la oralidad. Se apoya para ello en su prestigio de músico respetado en Estambul y cuenta también con su red de amistades fuera del país.

El Festival anual organizado en el mes de agosto en el Valle de la Tormenta sobre las laderas verde lujuriante de Rizé donde asoma la blancura de los minaretes, es para todos los públicos. Como en Bovel, aspira a reunir a jóvenes y viejos, a los que se fueron y a los que se quedaron. El canto se encuentra por doquier: se baila y canta, se camina y canta, se come y canta. Tradición obliga, se organizan veladas de compilación de cuentos, talleres de cocina tradicional, recogida de plantas silvestres…y se está muy orgulloso por haber conservado el laze, una lengua rara del grupo georgiano.

Idéntica pasión, idénticos objetivos, pero el encuentro era muy improbable. ¿Dónde queda Bovel, dónde está Rizé ? Sin embargo, como estaban hechos uno para otro, “Un puente sobre el Bósforo” los ayudó a reunirse. Esta asociación francesa sin fines de lucro de intercambios culturales con Turquía está al origen de una bella historia de amor hecha de música que tiene todo a su favor como para ser duradera.

Françoise Arnaud-Demir, intérprete de canciones populares turcas, investigadora e intérprete de canciones populares en el Instituto de Lenguas y Civilizaciones Orientales (INALCO) en París, fundó en 2004 la asociación “Un puente sobre el Bósforo” de la que es presidenta.


Información de http://portal.unesco.org/

La caligrafía, el arte de hacer que las palabras canten


(© Hassan Makaremi
“Del arte rupestre y los derechos humanos”, cuadro de Hassan Makaremi. )

La caligrafía persa recibe una serie de influencias, a diferencia de la caligrafía china, que permanece profundamente anclada en la tradición local, explica Hassan Makaremi, pintor calígrafo y psicoanalista iraní. Pero sea cual fuere la tradición en la que se inscriba, la caligrafía encarna nuestro “ser en el mundo”.

Durante el Festival de la Diversidad Cultural organizado por la UNESCO en mayo pasado, Hassan Makaremi pronunció, con el gran maestro chino Fan Zeng, una conferencia sobre “Miradas entrecruzadas sobre la caligrafía”. Entrevistado por Monique Couratier para El Correo de la UNESCO, explica cómo la caligrafía persa de estilo nas’taliq le permitió poner sus ideales en color y movimiento, en una búsqueda personal, enriquecida de intuición poética pero también de rigor científico.

¿Qué afinidades comparte con el maestro Fan Zeng y qué los diferencia?

Lo que nos acerca al maestro Fan Zeng y a mí es ante todo nuestra relación con la naturaleza. Observamos las mismas cosas y las transmitimos por medio de la caligrafía. Hay que tener presente que la caligrafía es un arte consistente en estilizar la escritura que fue inventado a partir de la observación de la naturaleza. En su inventario de formas visuales, Marc Changizi, investigador en el Rensselaer Polytechnic Institute de Troy, Estados Unidos, destacó unos cincuenta elementos que aparecen tanto en la naturaleza como en cuatro familias de escrituras: cuneiforme, jeroglífica, china y maya. En este sentido, tanto para el maestro Fan Zeng como para mí, la caligrafía encarna nuestro “ser en el mundo”.

¿Qué nos diferencia? Nuestra relación con el vínculo social. Nacida 4.000 años antes de la era cristiana, la escritura china permaneció muy arraigada en la naturaleza. Existe un vínculo directo entre los dibujos rupestres y los pictogramas, que de hecho no han cambiado desde hace seis milenios. Por eso, el hilo de tinta arrojado por el pincel del calígrafo chino continúa a través de los tiempos, convirtiéndose instantáneamente en caballo, buey o tigre. Sólo el talento de los maestros silabea el paso del tiempo.

Por el contrario, la caligrafía persa se caracteriza por haber recibido una serie de influencias. Pienso especialmente en las escrituras kufi (angulosa y geométrica) y naskh (ligera y redondeada) de inspiración árabe que la caligrafía abandonó desde el siglo XIV para volcarse en la naturaleza y ahondar en la dulzura de las curvas que caracteriza la escritura nas’taliq, estilo que por otra parte inspira mi obra. Para dar un ejemplo: el huevo está simbolizado por un rizo voluptuoso que parece volar con la ligereza de una pestaña…

Ese abrirse paso a través de otros imaginarios –mongol, árabe, turco, indio, etc.– que se refleja en el lenguaje de los cuerpos y por tanto en el gesto del calígrafo, hace que la caligrafía persa preste una atención estilizada al “hablante”, ese “ser deseante” que vive en la ciudad. Por su parte, la caligrafía china permanece acantonada en la naturaleza que sublima. ¿Por qué? No soy un especialista en filosofía de Extremo Oriente, pero pienso que se podría encontrar la respuesta en la distancia en relación al deseo preconizada por el budismo.


Su encuentro con el maestro Fan Zeng no se resume a una simple adición de similitudes y diferencias. ¿Tiene la impresión de haber establecido un diálogo real?

(Foto 2 : © DR
Versos de Sa’adi, célebre poeta persa del siglo XIII.)

El mero hecho de nuestra presencia uno al lado del otro ya es diálogo. Diálogo entre lo que nos es común y también entre aquello que nos diferencia. ¿El fruto de ese diálogo? ¡Simplemente la vida! Nuestro compromiso en trazar con el pincel la curvatura del universo constituye un mensaje que dice que la humanidad, aunque diversa, es una.

Si a menudo empleo la metáfora del árbol se debe a que la humanidad tiene raíces comunes que hacen su unidad y miles de ramas que hacen su diversidad (sus pueblos a la vez tan diferentes y mestizados) e innúmeras hojas tan ondulantes como los productos del genio creador. Sin sus raíces, profundamente ancladas en la tierra, sin sus ramas –de las que algunas mueren en tanto que otras prosperan– sin sus hojas en perpetuo “recomenzar”, el árbol no podría sobrevivir.

¿Y la violencia, me dirá usted? Proviene del hecho de que ciertos pueblos o individuos se piensan fuera de todo, fuera de ese “decorado” común a nuestra humanidad. Ahora bien, sin el sentimiento de pertenecer a la misma especie y sin el reconocimiento de la diversidad la humanidad no podrá sobrevivir. Tal es el mensaje de nuestro intercambio entre calígrafo chino y calígrafo persa. Tal es también el mensaje de la ONU, que se halla en el “Hall de las Naciones” de la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York del ilustre poeta persa Sa’adi [ver recuadro], y de la UNESCO, con la cual me sentiré honrado de proseguir mi colaboración en pro de la “diversidad cultural en diálogo”.


¿Por qué la caligrafía no floreció en Occidente? ¿Qué puede aportarnos ésta en la actualidad?

(Foto 3 : © Hassan Makaremi
“Derviche danzante”, cuadro de Hassan Makaremi. )

Desde el siglo XVI en Occidente se eligió la rapidez y la eficacia, especialmente en lo que se refiere al dominio de la naturaleza. En Oriente hemos preferido “decirla” en sus perfiles y su completitud, en sus curvas y sus silencios, siempre dejando un espacio para la interpretación y la libertad…

Lejos del científico de formación que soy la idea de renunciar al rigor, a la claridad y la concisión. Pero sé que el teclado de la computadora no reemplazará jamás a la mano. Y estimo que hoy la caligrafía representa un valor añadido. Porque en un movimiento cómplice con la naturaleza, como un derviche turnante, el gesto del calígrafo filósofo poeta hace “cantar las palabras” que dicen el Universo. Esto es la caligrafía: ¡alquimia de la vida!.


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La belleza del cisne


(© Fan Zeng
“La alegría de aprender”, obra de Fan Zeng (1998).)

La fuente del arte es la perfección del cielo y de la tierra, y la fuente de la cultura es la perfección de la naturaleza. Esta es la idea medular de la conferencia “Retorno a la naturaleza, retorno a los orígenes” que el calígrafo y poeta chino Fan Zeng pronunció el pasado mes de mayo en la UNESCO, durante la celebración del Festival de la Diversidad.

La naturaleza es sumamente generosa con la humanidad. No sólo le proporciona el aire, la tierra y el agua, esto es, los elementos necesarios para su existencia, sino también una serie de reguladores como la alternancia del sol y la luna, el soplo benéfico de los vientos y la caída bienhechora de las lluvias que vienen permitiendo a la humanidad desarrollarse indefinidamente desde sus albores.

Impacientes, los seres humanos han respondido a esa bondad de la naturaleza con la hostilidad. En el siglo pasado, un biólogo pronunció esta temible frase: “No podemos contentarnos con esperar los dones de la naturaleza, ¡tenemos que exigírselos!”. Como si fuésemos hijos malnacidos que levantan la mano contra su bondadosa madre… Como si fuésemos cocodrilos feroces y salvajes, prestos a devorar todo con las fauces abiertas, ignorando los límites de lo que la Tierra puede legarnos.

Hace más de veinticinco siglos, el gran filósofo chino Lao Tse clasificaba los componentes del universo en cinco categorías: lo visible, lo audible, lo tangible, lo invisible o “dao” (“perfecta existencia”, una especie de ley celeste comparable a la idea de Platón, el espíritu de Hegel y la finalidad transcendental de Kant) y, más allá de lo invisible, la naturaleza, “perfecta existencia en sí, espontánea y configurada así”.

En el budismo, la noción de “en sí” expresa la adecuación absoluta a la razón de las cosas, la concordancia y la pertinencia, atributos todos ellos de la naturaleza. Signo incorruptible de la inmensidad del tiempo y el espacio, esa existencia “en sí” perdura de forma omnipresente e ilimitada. Diez mil millones de años luz no podrían circunscribirla y serían insuficientes para dar cuenta de su duración.

Según Paul Dirac, solamente la ciencia matemática más sofisticada podría describirla. Hace ya doscientos años, Kant atribuía un puesto predominante a esta ciencia en su Crítica de la razón pura, como si hubiera previsto la inevitable supremacía del dígito que ha acabado por instaurarse paulatinamente.

No obstante, la naturaleza se diferencia de la racional –y un tanto árida– lógica numérica. Ofrece a la humanidad la plenitud de amor y dulzura que es inherente a la belleza del cielo y de la tierra. A este respecto, hemos de recordar la doctrina de Zhuang Zhou, un pensador chino del periodo “Primaveras y Otoños”, cuya sabiduría divina puede compararse a la de la diosa Atenea. Decía así: el cielo y la tierra son de una belleza muda y perfecta; las cuatro estaciones se suceden a un ritmo regular, sin prescripción alguna; y la miríada de seres se realizan tácitamente, conforme a la razón de las cosas.

Esta existencia en sí, desprovista por completo de logos, encarna la excelencia del cielo y la tierra que da libre curso a la creatividad del alma humana y acoge con generosidad a la pluralidad de inteligencias y talentos humanos. Las semillas de esta belleza perfecta esparcidas por todo el planeta se transforman en virtudes de sinceridad y veracidad, así como en expresiones estéticas. Entre los derechos innatos del hombre, no cabe duda alguna de que figura el “derecho a la experiencia estética”, aunque no esté expresamente consignado en los textos de las leyes, quizás porque se considere implícito. Desde la Antigüedad hasta nuestros días, la perfección del cielo y la tierra ha sido el manantial libre e inagotable de la belleza y diversidad de las culturas de nuestro mundo.


Querer superar a la naturaleza es pura vanidad

(Foto 2: © Fan Zeng
“Zhong kui apartando a los demonios”, obra de Fan Zeng (2007).)

En el Zhuangzi, Zhuang Zhou describe un pueblo llamado “hexu” que, en los tiempos más remotos de la Antigüedad, vivía exento de preocupaciones, comiendo a su guisa y vagando tranquilamente en compañía de animales y plantas. Nuestras representaciones imaginarias colectivas abundan en este mismo sentido. Desde Platón hasta Owen, pasando por Tomás Moro, Saint-Simon y Fourier, los hombres han alimentado siempre sueños maravillosos. De no haber sido así, la humanidad no sería lo que es. Si tuviéramos que renunciar a nuestros sueños, sólo nos quedarían la esterilidad y la insipidez. Toda nuestra vida estaría orientada hacia la muerte. Triste suerte la nuestra, si así fuese.

¿No creen ustedes que la UNESCO preconiza la diversidad cultural para abrir precisamente camino a la inevitable gran concordia universal, y para que la cultura humana con sus mil destellos conserve toda su belleza durante millones de años?

“Retorno a los orígenes” y “retorno a la naturaleza” son dos expresiones de una misma idea. La cultura se ha inspirado siempre en la naturaleza. Por mucho que las artes y las letras la imiten, y por mucho que las ciencias descubran aspectos suyos, querer superar a la naturaleza es pura vanidad. A una ecuación descubierta por Maxwell en el siglo XIX debemos avances tecnológicos que van desde el micrófono a la industria aeroespacial. Sin embargo, Maxwell no inventó nada nuevo. Antes de que él naciera, antes incluso de que la Tierra existiese, esa ecuación ya estaba inscrita en algún lugar del universo.

Se dice que las artes y las letras están dotadas de un poder divino. Esto sólo son palabras de artistas que tratan de consolarse. En realidad, y a pesar de su recurso a la exageración artística, la humanidad sólo puede empeñarse en tareas que están a la altura de sus fuerzas, mientras que el menor movimiento del universo, dotado de una fuerza majestuosa, basta para estremecer al planeta entero. Los ciclones y los maremotos sólo son una leve muestra de la fuerza de la naturaleza y, cuando la magnificencia de ésta se transforma en terror, la humanidad se ve reducida a la condición de entidad ínfima. Kant ya nos dijo que distanciándonos un poco de la terrorífica potencia de la naturaleza, ésta podía convertirse en objeto de placer estético. No obstante, para experimentar ese placer no necesitamos forzosamente esa fuerza pavorosa de los elementos naturales, tenemos también otras cosas, como este Día Mundial de la Diversidad Cultural, por ejemplo.


La avidez devora el alma

(Foto 3: © Fan Zeng
“El canto de un pescador”, obra de Fan Zeng (2009).)

En la Antigüedad y las épocas clásicas, la humanidad vivía esencialmente de la agricultura y la ganadería, tenía fe en la naturaleza y se sentía cercana de ella. Los hombres le profesaban respeto y afecto, y no se mostraban arrogantes con ella. Luego, la industrialización exacerbó sus deseos, y ahora la avidez les está devorando el alma.

A principios del siglo XX, el británico Toynbee y el alemán Spengler nos advirtieron de los riesgos del síndrome del capitalismo, que se han confirmado hoy, al mismo tiempo que la perspicacia de estos dos eminentes pensadores. En estos momentos en que los avances de la tecnología van unidos a un consumo voraz, nuestro planeta se ve cernido por un peligro que cada vez se hace más atronador.

Si rendimos homenaje a las culturas originales, lo hacemos por su sabiduría, elegancia, autenticidad y simplicidad. Son la expresión de la pureza de alma de los antepasados. Bien es verdad que después han adquirido la coloración de lo sagrado, pero en la medida en que la religión cumpla su misión de reconfortar el alma humana, podemos considerarla fundamentalmente como un arte.

Les culturas no están regidas por los principios de evolución enunciados por Darwin o Spencer. Una obra reciente no es superior a otra anterior. La toma de conciencia y el esfuerzo por lograr la confianza y la concordia de que ha dado muestras la humanidad en esta jornada de intercambios pluriculturales nos iluminarán para siempre con su luz conmovedora y alentadora.

“En toda sociedad, ya sea de hombres o animales, la violencia genera tiranos, la clemente autoridad crea reyes. El león y el tigre en la tierra, el águila y el buitre en los aires, reinan sólo por medio de la guerra, dominan por el abuso de la fuerza y la crueldad. En cambio, el cisne es el rey de las aguas en virtud de las cualidades en que se fundamenta un imperio de paz: la grandeza, la majestad y la suavidad […]” (Buffon, Historia natural de los pájaros, tomo IX, “El cisne”). Hagamos votos todos juntos por la paz y la gran concordia de la humanidad, por que el cisne conserve perpetuamente su hermosa nobleza

Fan Zeng, poeta y pintor. Es uno de los más grandes calígrafos chinos actuales. Es autor de El viejo sabio y el niño (obra traducida al francés y publicada en este idioma en 2005).


Nombres citados, por orden de aparición en el texto:
Lao Tse, filósofo chino (vivió entre 604 y 479 a.C.)
Zhuang Zhou, filósofo taoísta (siglo a.C.)
Platón, filósofo griego (siglos V-IV. a.C.)
Georg Wilhelm Friedrich Hegel, filósofo alemán (1770-1831)
Emmanuel Kant, filósofo alemán (1724-1804)
Paul Dirac, físico y matemático británico (1902-1984)
“Primaveras y Otoños”, periodo de la historia china que va del siglo VIII al siglo V a.C.
Atenea, diosa griega de la sabiduría
Robert Owen, industrial y socialista utópico galés, padre del cooperativismo (1771-1858)
Tomás Moro, jurista, historiador, filósofo, teólogo y político inglés (1478-1535)
Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, economista y filósofo francés (1760-1825)
Charles Fourier, filósofo francés (1772-1837)
James Clerk Maxwell, físico y matemático escocés (1831-1879)
Arnold Joseph Toynbee, historiador británico (1889-1975)
Oswald Spengler, filósofo alemán (1880-1936),
Charles Robert Darwin, naturalista inglés (1809-1882)
Herbert Spencer, filósofo y sociólogo inglés (1820-1903)
Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, naturalista francés (1707-1788)

Diversidad, sinónimo de cultura


(© DR
“Mou-ak” (danza folclórica). Obra del artista coreano Kim Ki-Chang, donada a la colección de obras de arte de la UNESCO en 1982. Fotografía: Patrick Lagès.)

Un largo periplo desde China hasta el Irán, guiados por la brújula de la caligrafía; un nostálgico recorrido por París, tras los pasos de un fotógrafo japonés; una peregrinación a los orígenes del kung fu, arte marcial chino hoy internacionalizado; la vuelta al mundo de la seda tailandesa; una correría por Turquía al son de la música bretona… Este mes, El Correo de la UNESCO dedica sus páginas a la diversidad cultural

Este año, la celebración del Día Mundial de la Diversidad Cultural (21 de mayo que ya paso) cobró un relieve excepcional. A lo largo de todo el mes de mayo, decenas de artistas llegados del mundo entero dieron testimonio de la riqueza del patrimonio cultural de la humanidad, en el marco del primer Festival Internacional de la Diversidad Cultural. Celebrado simultáneamente en varios países y en la sede de la Organización, este evento ha mostrado palpablemente la profunda afinidad existente entre la cultura y la diversidad, de la que El Correo de la UNESCO se hace eco en el presente número.


La relación entre la cultura y la diversidad es una relación de fundamento mutuo. En efecto, la cultura es la especificidad de un modo ser original, reconocible por sus obras y sus signos, que se enorgullece con razón de ser totalmente distinto de cualquier otro modo de ser y, al mismo tiempo, es una apertura a todo lo que parece ser diferente, una fascinación por lo inédito. Por eso, la cultura es, a un tiempo e igualmente, una profundización de la diferencia y una construcción permanente de lo universal, que son siempre inacabadas e inagotables. Así considerada, la cultura es simplemente el trabajo de la diversidad, esto es, la explicitación y el enriquecimiento de esta última. Podríamos decir que no hay diversidad sin cultura y, viceversa, que no hay cultura sin diversidad.

Esta observación cobra su plena fuerza en un mundo que se ha convertido, por primera vez, en un espacio integrado de diversidad y ha dejado de ser un ámbito en el que se yuxtaponían presuntas diferencias. Hoy en día, habitamos una Tierra poblada por una sola humanidad y, probablemente, por un solo reino viviente formado por la totalidad de las especies. El concepto que nos permite entablar una reflexión sobre este estado de cosas, determinante para el destino de la humanidad, es el concepto de diversidad.

Sólo este concepto emana a la vez de una referencia a lo universal y de una consideración de las singularidades, proclamando ambas conjuntamente. Así considerada, esta noción ofrece al “espíritu de los hombres” un nuevo enfoque de su condición común, que es el único capaz de responder a la realidad de su destino también común. Es fundamental que la diversidad se convierta en el recurso de la comprensión humana del mundo.


(Photo 2 : © UNESCO/Georges Malempré
Mujer de las Islas Célebes (Indonesia).)

Desde la proclamación de su Constitución en 1945, la UNESCO se esfuerza por promover la diversidad. Su acción más reciente en este ámbito se ha traducido por la adopción de la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural en 2001 y de la Convención sobre la Diversidad de las Expresiones Culturales en 2005. El Festival Internacional de la Diversidad Cultural, celebrado este año simultáneamente en toda una serie de países y en la sede de la UNESCO, ha tenido por objeto mostrar la afinidad esencial que se da entre la cultura y la diversidad.

Haciéndose eco de este Festival, este número de El Correo de la UNESCO se asocia a la celebración de la diversidad cultural.

Françoise Rivière, Subdirectora General de Cultura de la UNESCO


Información de http://portal.unesco.org/

miércoles, 1 de julio de 2009

MUERE MICHAEL JACKSON





Ha fallecido el cantante Michael Jackson después de sufrir un paro cardiaco en su casa de Los Angeles. El ‘Rey del Pop’ fue trasladado al hospital y los médicos no pudieron salvar su vida según publica Los Angeles Times.

Una llamada producida a las 12:26 minutos de la tarde hora californiana (21.26 en España) alertó a los servicios médicos de la necesidad de una ambulancia en la dirección del cantante en Holmby Hills, en Los Ángeles.
Al parecer Jackson, recibió reanimación cardiorespiratoria antes de trasladarlo al hospital de la Universidad de California (UCLA) por un equipo de paramédicos del cuerpo de bomberos. Pero ya nada se pudo hacer…

Gracias Michael por todos esos buenos momentos que nos diste con tu genial voz, y unos movimientos de baile imitados por todos…Hoy es un dia muy triste, muere un genio criticado y aclamado al rededor del mundo, pero en definitiva un genio con un talento brutal…muere Michael Jackson……R.I.P.