sábado, 4 de julio de 2009

La caligrafía, el arte de hacer que las palabras canten


(© Hassan Makaremi
“Del arte rupestre y los derechos humanos”, cuadro de Hassan Makaremi. )

La caligrafía persa recibe una serie de influencias, a diferencia de la caligrafía china, que permanece profundamente anclada en la tradición local, explica Hassan Makaremi, pintor calígrafo y psicoanalista iraní. Pero sea cual fuere la tradición en la que se inscriba, la caligrafía encarna nuestro “ser en el mundo”.

Durante el Festival de la Diversidad Cultural organizado por la UNESCO en mayo pasado, Hassan Makaremi pronunció, con el gran maestro chino Fan Zeng, una conferencia sobre “Miradas entrecruzadas sobre la caligrafía”. Entrevistado por Monique Couratier para El Correo de la UNESCO, explica cómo la caligrafía persa de estilo nas’taliq le permitió poner sus ideales en color y movimiento, en una búsqueda personal, enriquecida de intuición poética pero también de rigor científico.

¿Qué afinidades comparte con el maestro Fan Zeng y qué los diferencia?

Lo que nos acerca al maestro Fan Zeng y a mí es ante todo nuestra relación con la naturaleza. Observamos las mismas cosas y las transmitimos por medio de la caligrafía. Hay que tener presente que la caligrafía es un arte consistente en estilizar la escritura que fue inventado a partir de la observación de la naturaleza. En su inventario de formas visuales, Marc Changizi, investigador en el Rensselaer Polytechnic Institute de Troy, Estados Unidos, destacó unos cincuenta elementos que aparecen tanto en la naturaleza como en cuatro familias de escrituras: cuneiforme, jeroglífica, china y maya. En este sentido, tanto para el maestro Fan Zeng como para mí, la caligrafía encarna nuestro “ser en el mundo”.

¿Qué nos diferencia? Nuestra relación con el vínculo social. Nacida 4.000 años antes de la era cristiana, la escritura china permaneció muy arraigada en la naturaleza. Existe un vínculo directo entre los dibujos rupestres y los pictogramas, que de hecho no han cambiado desde hace seis milenios. Por eso, el hilo de tinta arrojado por el pincel del calígrafo chino continúa a través de los tiempos, convirtiéndose instantáneamente en caballo, buey o tigre. Sólo el talento de los maestros silabea el paso del tiempo.

Por el contrario, la caligrafía persa se caracteriza por haber recibido una serie de influencias. Pienso especialmente en las escrituras kufi (angulosa y geométrica) y naskh (ligera y redondeada) de inspiración árabe que la caligrafía abandonó desde el siglo XIV para volcarse en la naturaleza y ahondar en la dulzura de las curvas que caracteriza la escritura nas’taliq, estilo que por otra parte inspira mi obra. Para dar un ejemplo: el huevo está simbolizado por un rizo voluptuoso que parece volar con la ligereza de una pestaña…

Ese abrirse paso a través de otros imaginarios –mongol, árabe, turco, indio, etc.– que se refleja en el lenguaje de los cuerpos y por tanto en el gesto del calígrafo, hace que la caligrafía persa preste una atención estilizada al “hablante”, ese “ser deseante” que vive en la ciudad. Por su parte, la caligrafía china permanece acantonada en la naturaleza que sublima. ¿Por qué? No soy un especialista en filosofía de Extremo Oriente, pero pienso que se podría encontrar la respuesta en la distancia en relación al deseo preconizada por el budismo.


Su encuentro con el maestro Fan Zeng no se resume a una simple adición de similitudes y diferencias. ¿Tiene la impresión de haber establecido un diálogo real?

(Foto 2 : © DR
Versos de Sa’adi, célebre poeta persa del siglo XIII.)

El mero hecho de nuestra presencia uno al lado del otro ya es diálogo. Diálogo entre lo que nos es común y también entre aquello que nos diferencia. ¿El fruto de ese diálogo? ¡Simplemente la vida! Nuestro compromiso en trazar con el pincel la curvatura del universo constituye un mensaje que dice que la humanidad, aunque diversa, es una.

Si a menudo empleo la metáfora del árbol se debe a que la humanidad tiene raíces comunes que hacen su unidad y miles de ramas que hacen su diversidad (sus pueblos a la vez tan diferentes y mestizados) e innúmeras hojas tan ondulantes como los productos del genio creador. Sin sus raíces, profundamente ancladas en la tierra, sin sus ramas –de las que algunas mueren en tanto que otras prosperan– sin sus hojas en perpetuo “recomenzar”, el árbol no podría sobrevivir.

¿Y la violencia, me dirá usted? Proviene del hecho de que ciertos pueblos o individuos se piensan fuera de todo, fuera de ese “decorado” común a nuestra humanidad. Ahora bien, sin el sentimiento de pertenecer a la misma especie y sin el reconocimiento de la diversidad la humanidad no podrá sobrevivir. Tal es el mensaje de nuestro intercambio entre calígrafo chino y calígrafo persa. Tal es también el mensaje de la ONU, que se halla en el “Hall de las Naciones” de la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York del ilustre poeta persa Sa’adi [ver recuadro], y de la UNESCO, con la cual me sentiré honrado de proseguir mi colaboración en pro de la “diversidad cultural en diálogo”.


¿Por qué la caligrafía no floreció en Occidente? ¿Qué puede aportarnos ésta en la actualidad?

(Foto 3 : © Hassan Makaremi
“Derviche danzante”, cuadro de Hassan Makaremi. )

Desde el siglo XVI en Occidente se eligió la rapidez y la eficacia, especialmente en lo que se refiere al dominio de la naturaleza. En Oriente hemos preferido “decirla” en sus perfiles y su completitud, en sus curvas y sus silencios, siempre dejando un espacio para la interpretación y la libertad…

Lejos del científico de formación que soy la idea de renunciar al rigor, a la claridad y la concisión. Pero sé que el teclado de la computadora no reemplazará jamás a la mano. Y estimo que hoy la caligrafía representa un valor añadido. Porque en un movimiento cómplice con la naturaleza, como un derviche turnante, el gesto del calígrafo filósofo poeta hace “cantar las palabras” que dicen el Universo. Esto es la caligrafía: ¡alquimia de la vida!.


Información de http://portal.unesco.org/

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