domingo, 24 de mayo de 2009

Cada idioma es un universo mental estructurado de forma única

Cada idioma es un universo mental estructurado de forma única

El lingüista australiano Christopher Moseley explica la importancia decisiva que reviste la preservación de las lenguas y destaca las principales novedades de la tercera edición del “Atlas UNESCO de las lenguas en peligro en el mundo”, que acaba de present


Entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz (UNESCO).

¿Por qué debe preocuparnos la preservación de las lenguas?

En nuestra condición de seres humanos, el fenómeno de las lenguas en peligro debe preocuparnos tanto como la reducción de la biodiversidad del planeta, esto es, la disminución de la variedad de su fauna y su flora. Los actuales movimientos en pro del renacimiento de las lenguas se caracterizan por un elemento excepcional, antes inexistente: los lingüistas son por primera vez conscientes del importante número de lenguas que hay en el mundo y, además, están adquiriendo un mejor conocimiento de los factores que las debilitan y aniquilan, así como de los medios para contrarrestarlos. La cuestión es difícil y compleja, y pecaríamos de ingenuidad y simplismo si afirmásemos que los idiomas dominantes de las potencias coloniales de antaño –el inglés, el francés o el español– son los causantes de la extinción de las lenguas minoritarias y que estas últimas son las víctimas de los primeros. Esto no es así realmente. En la práctica se da una interacción de fuerzas sutil y esperamos que el Atlas contribuya a que el común de los ciudadanos pueda entender mejor cómo actúan éstas.

Personalmente, a la pregunta de por qué debemos preocuparnos por la preservación de las lenguas, yo respondería concisamente así: porque cada idioma es un universo mental estructurado de forma única en su género, con asociaciones, metáforas, modos de pensar, vocabulario, gramática y sistema fonético exclusivos. Todos esos elementos funcionan conjuntamente en el marco de una estructura que, por ser extremadamente frágil, puede desaparecer para siempre con suma facilidad.

¿Puede hablarnos de algunos proyectos o iniciativas que hayan contribuido a la salvaguardia de algunos idiomas?

Sí, hay proyectos e iniciativas a todos los niveles: desde campañas comunitarias, promovidas desde la base, que tratan de enseñar a la gente a leer en su propio idioma para transmitirlo así a las nuevas generaciones, hasta planes de gran envergadura que cuentan con el apoyo de los Estados.

En Australia, por ejemplo, se están llevando a cabo con éxito campañas dinámicas para que renazca el uso de lenguas consideradas muertas desde varias generaciones atrás, pero que en realidad estaban solamente “aletargadas”. En Nueva Zelandia, los llamados “nidos lingüísticos” –guarderías infantiles donde se transmite el maorí a los niños pequeños– han salvado a este idioma de un olvido casi completo.

Sin embargo, los proyectos e iniciativas más logrados son los que han contado con apoyo de los Estados y se han beneficiado de sus infraestructuras. Tenemos el caso de dos regiones de Europa, el País de Gales y Cataluña, que han conseguido revitalizar sus respectivas lenguas en el lapso de una generación, y tenemos también, por supuesto, el renacimiento del hebreo, que ha llegado a ser el idioma nacional de Israel.

Usted ha dirigido la redacción de este Atlas, ¿puede contarnos qué novedades ofrece esta edición?

Esta tercera edición del Atlas ofrece tres innovaciones importantes por lo menos. La primera y más notoria es su publicación en dos versiones: una impresa y otra en línea. Esta última constituye una novedad importante y se basa en los mapas de “Google Earth”. Cada idioma en peligro, por minoritario que sea, está señalado con el mayor detalle posible en los mapas, que se pueden visionar con la escala y el grado de detalle deseados.

La segunda novedad es que el Atlas cubre de forma exhaustiva la totalidad de nuestro planeta. En sus dos ediciones anteriores sólo proporcionaba una visión parcial de la las lenguas que corrían peligro en unos cuantos continentes, pero esta vez hemos procurado abarcar la casi totalidad de las lenguas, catalogándolas, como antes, desde “precarias” hasta “moribundas”, en función de la situación de peligro en que se hallan.

La tercera y última novedad es que el Atlas va a estar disponible en español, francés e inglés, y es posible que se traduzca ulteriormente a otros idiomas.


Usted es el director de publicación del Atlas, ¿podría explicarnos cómo se ha elaborado?

La compilación ha sido el resultado de la colaboración de un equipo internacional de lingüistas, especializados en el tema de los idiomas en peligro de extinción. Al igual que en las ediciones anteriores (publicadas en 1996 y 2001), hemos contado con colaboradores encargados de acopiar la información pertinente de cada continente del mundo, de redactar las partes correspondientes a las distintas regiones y de incluir en los mapas los datos relativos a los diferentes idiomas.

La panorámica de algunas zonas lingüísticas es fruto del trabajo de especialistas de varios países. Evidentemente, todos esos colaboradores han necesitado recurrir al apoyo y asesoramiento de expertos técnicos de la Sección del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. El editor web de la Organización nos ha prodigado también ayuda y consejos a los encargados de la edición del Atlas, en cada una de las etapas de realización de su versión digital, ya que este trabajo era completamente nuevo para todos nosotros.

Paralelamente, los redactores encargados de las diferentes partes y yo mismo, personalmente, hemos supervisado la preparación de los textos. La totalidad del proyecto se ha podido llevar a cabo en un lapso de tiempo muy apretado: un año tan sólo desde su inicio hasta su culminación.

Imagen de: © UNESCO/Michel Ravassard
Christopher Moseley, redactor jefe del Atlas UNESCO de las lenguas en peligro en el mundo, el día de su presentación en la Sede la UNESCO

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